lunes, 29 de febrero de 2016

EL MIRLO BLANCO POLÍTICO ESPAÑOL, ENJAULADO Y SIN ALPISTE.



Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

 Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es: verbosuelto.blogspot.com


Quien buen amigo halló, con un mirlo blanco topó. El mirlo negro es común, el mirlo blanco es mucho más raro o escaso, tal vez por ese motivo representa y simboliza lo que es excepcional. El refranero, siempre recurrente, tiene, con respecto a este bello animal y en el contexto de la avifauna europea, muchas y curiosas acepciones. Por cierto, todas ellas se refieren a su escasez y singularidad. Este comentarista de temas sociales y políticas en distintos medios de comunicación, al elaborar esta reflexión/comentario sobre el perfil de los políticos que ocupan la escena pública española en este momento especial de la historia de España, y del ya prolongado período de tiempo democrático, quiere advertir que, para ello, ha recurrido, como suele ser habitual, a las gráficas figuras literarias de la metáfora, la ironía y la parodia, a los efectos de poder enfatizar mejor algunos aspectos de esta clase o casta política, como, por ejemplo, su mediocridad, incompetencia y considerable grado de torpeza, expresados en algunas propuestas recientes.
 
Se impone dejar constancia de que, con frecuencia, éstos, en sus formas de actuar, no son más que un fiel reflejo de su patetismo sociopolítico y una parodia de sí mismos. Y lo que todavía es peor, en la política española no sólo es patente la falta de un mirlo blanco con carisma, sino también, y de modo similar, la de líderes indiscutibles con capacidad de encarnar la buena gestión de los intereses generales de todos los españoles y de hombres políticos que tengan sentido de estado y autoridad moral para regenerar la periclitada democracia española, recuperar la credibilidad de la ciudadanía en la actividad de los políticos, reactivar la economía, impulsar la creación de empleo y el bienestar social, defender con firmeza la unidad territorial del Estado español,  plantarle cara al nacionalismo independista, frenándolo mediante la exigencia del cumplimiento del ordenamiento jurídico actualmente vigente y preservar la indisoluble soberanía de todo el pueblo español, así como la igualdad del conjunto de los ciudadanos de España.
 
Pero, a quien el título de este artículo le haya suscitado la curiosidad y sugerido algo especial, se le aconseja que siga leyendo, y tal vez pueda aproximarse un poco más a la realidad situacional política, económica, cultural y social de España a través de estas simples pinceladas descriptivas. Pues, a propósito de lo dicho, es importante no perder el hilo conductor de la presente reflexión, valorando los distintos aspectos o apartados de la misma. Así, hay que analizar con detenimiento el hecho de que en las sociedades abiertas, libres y democráticamente organizadas, cobra especial relevancia el que todos los ciudadanos, sin distinción alguna, puedan opinar con libertad sobre temas tan variados como los que ofrece la dinámica de la propia existencia en las comunidades humanas y el guion de la cotidiana convivencia de los ciudadanos. Ahora bien, no deben olvidarse las opiniones vertidas por los expertos sobre cuestiones concretas y específicas ni dejar de lado la trilogía de aforismos consagrados por el derecho romano, dado que pasaron a ser tres consignas del deber jurídico: alterum non laedere; honeste vivere et  suum cuique, a saber, no dañar los intereses ajenos; vivir lo más honestamente posible y dar a cada uno lo suyo.
 
Tampoco es tanto pedir en un Estado de Derecho y una sociedad plural, democrática y libre. Es verdad que las opiniones son libres, pero también lo es que los hechos son con harta frecuencia tozudos, la verdad relativa y la realidad poliédrica, y esto, con la finalidad de evitar todo planteamiento de índole dogmática, eliminando, de paso, actitudes y posicionamientos teóricos y prácticos de carácter fundamentalista y totalitarios, sobre todo, en este contexto socio/político del primer tercio del siglo XXI. Además, señalando que la gente, a día doy, y pese a las apariencias, se interesa por la lectura y, además, se ejercita en su  derecho a discrepar, contraopinando y contraponiendo, lo que, en buena medida, constituye la verdadera razón de ser tanto de los escritores, haciendo sus análisis de diversa temática, como de los lectores, que someten al tamiz de la crítica las publicaciones  de aquéllos.
 
Siempre que se ponen en marcha procesos electorales de diferente alcance, la mayoría de los políticos agudizan el ingenio para acertar con personas, medios, métodos y fórmulas técnicas, entre extraordinarias y mágicas, que les permitan ganar al adversario o, al menos, acortar distancias porcentuales en las preferencias partidistas de los votantes. Algo parecido ocurre en otros ámbitos vitales y de convivencia de los individuos y pueblos. Tal intencionalidad y pretensión está asociada y estrechamente relacionada con el deseo de presentar ante la opinión pública personas de un  marchamo y perfil relevantes, capaces de aglutinar y concitar voluntades: serían los míticos mirlos blancos como metáfora de la esfera política. Y sobre el particular, la ornitología universal permite hablar de una variada tipología de mirlos residentes o migratorios, según la latitud geográfica, habida cuenta de que el mirlo se distribuye por países de Europa, Asia y África del Norte, y que también fue introducido en Australia, Nueva Zelanda y América del Sur. Existen varias subespecies de mirlos en su amplia área de expansión, de suerte que algunos estudiosos de estas aves africanas las denominan con toda propiedad especies.
 
El mirloblanquismo como metáfora político/electoral, pues, viene a ser como la creencia, elevada a la categoría de axioma, según la cual ciertos personajes están dotados de unas aptitudes y cualidades personales-carismas o gracias-tan especiales que pueden influir en la conciencia individual y colectiva en el orden moral de las decisiones de manera poco menos que irresistible, actuando en la vertiente volitiva de los sujetos y produciendo una auténtica perturbación en sus parámetros y referencias.
 
Oficialmente, el mirlo blanco o los mirlos blancos están muy cerca de los llamados líderes sociales y políticos carismáticos. La autoridad moral, social y política de éstos se debe al prestigio personal y a la singular capacidad de persuadir a sus seguidores, generándose en ellos una suerte de autoconfianza, así como también de incondicional ofrecimiento y disponibilidad  de obediencia, casi religiosa. Éstos, los supuestos líderes especiales, ejercen su influencia en las áreas de la ejecución, satisfacción y ajuste personal. En idénticos términos se producen los efectos de los denominados mirlos blancos políticos distinguidos y seductores.
 
Al comentarista le place presentar al entrañable lector la siguiente clasificación o división del mirloblanquismo en general: el mirloblanquismo transaccional, basado en un intercambio interesado que se mantiene mientras dura la necesidad; el mirloblanquismo transformacional, que surge o nace de un compromiso de actuación conjunta, con el fin de conseguir mayores cotas de motivación y moralidad, y el mirloblanquismo o liderazgo logrado o frustrado, que depende del modo y grado en que éste haya podido ser o no referente o modelo para el conjunto de los miembros de la sociedad.

 
Las funciones que debe desempeñar el mirlo blanco político, son, entre otras: promover los planes del grupo; marcar el ritmo de las actividades; establecer un clima de seguridad y actuar con cierto desinterés. Cuestión importante es determinar si al referido mirlo blanco compete también precisar los objetivos y metas del colectivo social, así como diseñar y proporcionar los medios adecuados para su consecución. De igual modo, conviene precisar si es competencia suya: mantener la estructura del grupo; favorecer las relaciones interpersonales; lograr un buen nivel de cohesión; propiciar la satisfacción de necesidades; potenciar el rendimiento de todos los integrantes; evitar tensiones y conflictos y procurar la identificación de los individuos con el denominado mirlo blanco.
 
En todos los campos y ámbitos de la actividad humana, aunque de distintas formas y maneras, se buscan afanosamente estos mirlos blancos. En el mundo empresarial, se intenta acertar con ese ejecutivo capaz de darle un giro espectacular a los balances contables para la obtención de pingües beneficios. En el ámbito del deporte, qué dirigente no acaricia el sueño de encontrar al deportista que posea esa capacidad mágica de transformar fracasos o errores en aciertos y victorias. Tres cuartos de lo mismo ocurre en los ambientes y círculos culturales, artísticos y profesionales en general, pero, de modo muy destacado y particular, en el de la política.
 
Pero donde mayores entusiasmos e inquietudes, al respecto, se originan es en el aspecto de la actividad político/electoral, no existiendo responsable alguno de partidos políticos y encargados de campañas electorales a quienes el tema le haya pasado inadvertido y haya sido ajeno. Pues, todos pretenden subirse al carro del éxito, y si éste es clamoroso, tanto mejor. Para ello, otean, avizoran y arbitran medios, fórmulas, métodos y técnicas que sean sorprendentes y tengan verdadero reclamo. Y, para ello, buscan  afanosamente su mirlo blanco político.
 
Lo realmente llamativo es que en la vida política, algunos dirigentes y asesores, emplean mucho tiempo e invierten cantidades ingentes de dinero, casi siempre público, en el ejercicio del mirloblanquismo, buscando mirlos blancos capaces de hacer o conseguir que se operen los anhelados milagros político/electorales, sin perder de vista el deseo irrefrenable de que incluso se puedan producir vuelcos y sorpassos. Es de señalar que en general los dirigentes piensan más en lo primero que en optimizar los activos políticos y los medios electorales con los que ya cuentan de antemano.  Y el caso es que la experiencia resulta ser un fiel testigo de que a los mirlos blancos, con demasiada frecuencia, las plumas se le tornan negras u oscuras, con lo que algunos políticos se encuentran, debido en parte a sus torpes ingenuidades, inmersos en el mirloblanquismo frustrado.
 
En cualquier caso, estos mirlos blancos de la política española, no son precisamente pavos reales, sobre todo, si tal aseveración la situamos en el contexto del conocido dicho evangélico por sus frutos u obras los conoceréis, cita bíblica que continúa con las siguientes recomendaciones altamente positivas, como:  Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.  Por sus frutos los conoceréis. Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos.  Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Al lector, le resultará relativamente fácil interpretar este texto a la luz de lo que está aconteciendo en la vida política española.
 
Mientras los políticos electos se enredan en discusiones bizantinas sobre cuál de ellos es el auténtico mirlo blanco o sobre si uno es el mirlo blanco y los otros son los negros, los dirigentes que han recibido de los electores el encargo de gobernar y sacar adelante este país, conforme a los resultados electorales democráticos que decidieron  los ciudadanos con su voto personal, libre y secreto el pasado 20 de Diciembre de 2015, Bruselas destaca cuatro cuestiones en las que España tiene mucho camino por recorrer: deuda, pública y privada, paro, todavía por encima del 20%, y productividad, que sigue sin despegar. Cada una de ellas, tiene su matiz, pero en conjunto forman un cuadro preocupante. En el fondo, lo que hace Bruselas es lanzar un mensaje al listillo de Pedro Sánchez por querer frenar las reformas en España. 
 
Cierto que la Comisión Europea reconoce que en 2015 España creció al 3,2%, y lo celebra, aunque en el conjunto del análisis tan sólo se trata de una anécdota. El grado de desequilibrios sigue siendo elevado y su naturaleza, magnitud e interrelaciones aún hacen que España sea vulnerable a las perturbaciones. El caso es que, a fecha de hoy, el mirlo blanco político español, Secretario General del PSOE, D. Pedro Sánchez, está enjaulado y sin alpiste, o, lo que es lo mismo, sin apoyos suficientes para poder hacer su nido y cantar sus exitosos trinos en el Palacio Presidencial de la Moncloa. Está, pues, atrapado- enjaulado- y sin alpiste-apoyos- en la fantasiosa torre de su ávida ambición de poder.
 
En particular, la elevada deuda pública y privada expone al país a riesgos derivados de fluctuaciones de la confianza en el mercado, lo que constituye una rémora para la economía. La situación real española la analizaron Mariano Rajoy y Jean-Claude Juncker, este mismo mes, en Bruselas. Quien olvida la historia, está condenado a repetirla, decía Santayana. Aquí lo que hay es un gran desconocimiento del pasado. Este insólito experimento rompe con una larga tradición de confrontación que, salvo en el paréntesis de la Transición, ha anclado a nuestro país en esas dos Españas eternamente carcomidas por el rencor. El gran drama de este país no es solo Podemos y su máximo dirigente, Pablo Iglesias, sino la ofuscación sectaria del PSOE y su secretario general, Pedro Sánchez, por sus actitudes sectarias, excluyentes y profundamente antidemocráticas.
 
La falta de diálogo, el recurso a la mentira leninista como arma política, las corruptelas a diestra y siniestra, los vetos antidemocráticos, la pretensión de poner en marcha revoluciones populares en vez de reformas políticas y sociales, la exclusión y estigmatización del partido político más votado y ganador de las elecciones del proceso negociador para la conformación de un gobierno fuerte y estable, los intentos de acabar con la derecha democrática, el hostigamiento selectivo a la religión cristiano católica, el intento de eliminar los  símbolos y signos religiosos legales y legítimos, adoptar una actitud de excesiva condescendencia con los populismos de signo totalitario y con los nacionalismos secesionistas o independentistas, hurgar en las heridas del pasado, trivializar hasta la frivolidad el sistema político español,   fomentar un rancio y extemporáneo laicismo y una  exacerbada cristianofobia, pueden constituir tal amalgama de despropósitos, que signifiquen una clara absurdez democrática en estos tiempos convulsos y la aberración del funcionamiento de las instituciones democráticas del Estado Social y de Derecho, en flagrante contradicción con lo establecido y consagrado por la propia Constitución de 1978.
 
 Por Antonio José Parafita Fraga es escritor/comentarista de temas sociales y políticos.
 
Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es: verbosuelto.blogspot.com
 
Category: Antonio José Parafita Fraga, OPINIÓN Tags: opinión

viernes, 5 de febrero de 2016

ENQUISTADAS Y NEFASTAS CORRUPTELAS. 

 SISTEMA DEMOCRÁTICO SOCAVADO E INSTITUCIONES DESPRESTIGIADAS.

  Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos. Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es: verbosuelto.blogspot.com


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España es el único país que se acuesta monárquico y se levanta republicano. Fueron las palabras que pronunció, en la madrugada del 13 de abril de 1931, el almirante Juan Bautista Aznar Cabanas, jefe del Gobierno de la Monarquía, con cuyo histórico titular ha quedado  proclamada la II República. Y este fue, sin duda, uno de los acontecimientos más relevantes del siglo XX, especialmente porque las expectativas de modernidad generadas en torno al régimen republicano, se frustraron con un trágico final y un estrepitoso fracaso, que más tarde serviría de punto de partida y apoyo para impulsar una posterior  transición pacífica a la democracia.  
Tal hecho histórico, se trae a colación no porque en la actualidad haya sucedido o  esté a punto de suceder algo similar, al menos de momento, en cuanto a que la sociedad española haya pasado sin preámbulos de tener un gobierno de centro derecha a otro frentista de izquierdas, republicano y laicista, sino más bien debido a que las elecciones municipales, autonómicas y generales celebradas a lo largo del 2015, supusieron un anticipo de cambios en el modo de hacer política y gobernar en este país, más allá de las formas tradicionales que imponían las alternancias bipartidistas. Dicho lo anterior a modo de simple y mera introducción, este comentarista de temas políticos quiere centrar su reflexión y análisis en el contenido que sugiere el propio título del artículo publicado.
A propósito de la corrupción, los lectores de este prestigioso diario deben saber que el tema de las abominables y sistémicas trapacerías políticas, llevadas a cabo por algunos cargos públicos poco dados a ejercerlos con criterios de honradez personal y dignidad política, es una constante en las democracias jóvenes y debilitadas por conductas irregulares, que limitaron la consolidación del sistema político consagrado en España por la Constitución de 1978. De ahí que las prácticas de corrupción, vienen estando presentes en el escenario español, público y privado, desde los inicios de la democracia hace varios lustros, habiéndose extendido, en mayor o menor grado e intensidad, como una lacra infecta y dañina, por casi todas y cada una de las regiones o autonomías del Estado, en razón no sólo de su magnitud sino también de la resonancia mediática de las actuaciones presuntamente delictivas de los corruptos y corruptores. Los lectores también deben percatarse de que, según la última encuesta del CIS, decrece la preocupación por el paro y aumenta por la corrupción. Por eso, es importante y de máxima urgencia que los actuales actores políticos y sociales, sin excepción alguna, acuerden y pongan en marcha planes de regeneración política y democrática.
Por tal motivo, en este artículo de opinión se mencionan, de manera un tanto aleatoria, pero siempre respetando la presunción de inocencia y a la espera de las correspondientes resoluciones judiciales, las conocidas y específicas operaciones sobre diversos entramados de corrupción, llevadas a cabo por la UDEF,Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la policía, y la UCO, Unidad Central Opertativa de la guardia civil, en las comunidades autónomas de Andalucía, Aragón, Castilla La Mancha, Cataluña, Galicia, Islas Baleares, Madrid, Valencia, entre otras. Salta a la vista que estos desafueros políticos y administrativos, fueron erosionando poco a poco la propia democracia, causándole un deterioro de difícil reparación y escasas posibilidades  regeneradoras del dañado sistema político español, al menos a corto plazo.
Asimismo, tales prácticas execrables generaron gran descontento ciudadano y contribuyeron decididamente al descrédito de la política- clase política- y de las instituciones del Estado. En consecuencia, se puede afirmar que la corrupción no es un fenómeno de reciente aparición, sino que se remonta a los comienzos de la misma etapa democrática. Hay que reparar en que dentro de los gobiernos de signo dictatorial o totalitario no proliferan, por motivos obvios, estas conductas corruptas de manera tan generalizada.
El hastío del pueblo, es directamente proporcional a la propagación generalizada de los casos de corruptelas y felonías. Por su parte, los medios de comunicación vienen ofreciendo como una realidad palmaria que la política y el sindicalismo en España no gozan en la actualidad de la simpatía ni aceptación de una considerable parte de la sociedad, motivo por el que ésta manifiesta y muestra cada vez con menos ambigüedad, mayor contundencia y de manera más radical su escepticismo, desconfianza y rechazo hacia los partidos políticos y las organizaciones sindicales.
Por otra parte, no son pocos los ciudadanos que perciben que la actitud de determinados dirigentes de los nuevos partidos políticos, no se significa precisamente por luchar contra las dictaduras totalitarias sino por recibir de ellas ayudas y subvenciones. Se pone sólo un ejemplo de sus muchas incoherencias y contradicciones. Es aventurado y gratuito afirmar que  estas formaciones políticas emergidas sean o vayan a ser realmente reformistas y regeneracionistas. 

También se está propalando la idea de que la regeneración democrática y la dignificación de la vida pública, deben comenzar por elegir a los jóvenes y eliminar a los mayores en el ejercicio de la política, lo que equivaldría, ni más ni menos, a hacer gobiernos preferentemente de jóvenes oefebocráticos frente a gobiernos de hombres probos o mayores honorables y experimentados ogerontocráticos. Y, justamente, a propósito de la efebocracia, debe tenerse en cuenta que el joven puede llegar a ser viejo, pero el viejo ya no puede volver a ser joven. Por lo demás, recuérdese que el joven conoce las reglas, en cambio el viejo- el mayor- las excepciones.
De suerte que la lucha política que se está librando en la sociedad española, más que ideológica es generacional. El inmovilismo ya no renta, se dice como estrategia. La comunicación política exige un plus de celeridad, imaginación y perspicacia, ya que además de marketing político hay que tener un buen programa para la gestión de las cuestiones que atañen a los intereses de todos los ciudadanos.
La falta de adaptación de los partidos políticos tradicionales a los nuevos tiempos y formas de comunicación y expresión de sus ideas y proyectos, se ha convertido en un defecto endémico y un mal crónico de muy difícil encaje en la mentalidad de las nuevas generaciones. Este profundo convencimiento produce  a en los ciudadanos apatía, indiferencia y aversión hacia los gestores públicos. Y, por lo demás, el gran problema de la nueva izquierda fue y es su sentido de la superioridad moral sobre una derecha modernizada, comedida y dialogante, como es actualmente la española.  
Los habituales lectores de las publicaciones de este comentarista, recordarán que en el artículo anterior, de fecha 14 de enero de 2016, se aseveraba que en España existe una profunda CRISIS DE LIDERAZGOS POLÍTICOS Y SOCIALES. Y esta ausencia de líderes con altura de miras y visión política de hombres de estado, sigue condicionando el desbloqueo de la situación creada tras las elecciones del 20D de 2015 en cuanto al nombramiento del Presidente del Gobierno de España y a la consecución de la estabilidad política. Por otra parte, la desmesurada ambición política y los intereses personales, antepuestos al bien común de todos los ciudadanos, están impidiendo tomar los acuerdos necesarios para  constituir un gobierno estable y lograr el buen funcionamiento de las instituciones del Estado.
Al efecto, este comentarista sostiene que no siempre los electores aciertan al emitir su voto ni los candidatos presentados por los diferentes partidos políticos son los mejores, como probablemente haya ocurrido en las elecciones del pasado 20 de Diciembre. Cuestión ésta que puede poner de manifiesto que también en democracia el pueblo sí se puede equivocar y que los partidos políticos actúan, en ocasiones, al confeccionar las listas de candidatos, por intereses bastardos y criterios espurios. Son conocidos los clásicostiberios que se arman en los partidos con motivo de la confección de las listas electorales.
Resulta fácilmente constatable que los ciudadanos llegaron al máximo grado de hartazgo por la sórdida actuación de la clase política, siendo, por ello, cierto que cada vez toleran peor y soportan menos lascanallescas tropelías que se cometen a la sombra de los poderes públicos, partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones sociales. Pero el caso es que el pueblo contempla atónito y sin resuello cómo la clase o casta política subvierte los valores y principios del menos malo de los sistemas o regímenes, la democracia. Por otra parte, es incuestionable que la corrupción fue, en cierto modo, responsable del finiquito del bipartidismo político tradicional y también de la aparición y auge de los populismos emergentes en España, pero, sobre todo, estuvo en el origen de la destrucción del tejido empresarial y, por ende, en la perturbación de la creación de empleo y el crecimiento del paro.
Las grandes tramas corruptas de los últimos tiempos, asfixiaron a un bipartidismo acechado por las nuevas formaciones políticas. Y, de modo parecido, contribuyeron a acentuar  las desigualdades sociales y el incremento de la pobreza de muchos ciudadanos a costa del enriquecimiento de tan sólo unos pocos. ¡Gran injusticia social, como ponen de relieve los datos aportados, y otros, que, al analizarlos con detenimiento, inducen a las personas sensibles y de buena voluntad a clamar a todos los cielos y dioses por un reparto más equitativo de los bienes que son comunes entre todos los ciudadanos!. Lo que precede, equivale a elevar a categoría de verdad incontrovertible el espeluznante aserto de que en la última década en este país se posibilitó el que toda la riqueza se acumulara en tan sólo unos pocos, razón por la que, al desaparecer la clase media, el resto de la ciudadanía quedó reducida a los espacios de umbrales de pobreza y miseria, y a las sombrías zonas de la indecencia cívico/social, política y moral.
Toda esta fenomenología de la corrupción en la mayoría de las instituciones del Estado, dio paso a la formación de un más que censurable biculturalismo social, político y sindical, por la primacía de undeliberado bipartidismo imperfecto y un bisindicalismo amortizado, en detrimento de la necesaria y positiva diversidad, así como en perjuicio de la existencia de unas formas plurales de expresión, indispensables en una sociedad que se precie de ser abierta, democrática y libre, como teóricamente es la española. De este modo, se ha conformado una población integrada por muchos pobres, que cada vez son más pobres, ypocos ricos, que cada vez son más ricos. Y así, ha aumentado hasta límites infames la ominosa desigualdad y la funesta fractura social en España.
Convendría recordar lo dicho recientemente por un alto cargo de la Generalidad de Cataluña: arreglaremos en los despachos lo que nos nieguen las urnas y que los pactos que se están planteando son en realidad de perdedores, aparte de fraudulentos y antagónicos en puridad democrática,  porque no gobierna quien obtiene mayor número de votos e incluso de escaños, sino quien o quienes, mediante argucias y tretas astutas, pretenden hacer valer el criterio de las mayorías parlamentarias, constituidas por formaciones políticas heterogéneas e ideológicamente opuestas, en lugar de que prevalezcan las mayorías democráticas basadas en los resultados electorales y los votos  de los ciudadanos. Todo lo demás, son  sólo chanchullos, componendas y artificios de naturaleza claramente antidemocrática. Y, en todo caso, bajo ningún concepto son admisibles, en una democracia moralmente seria y solvente, pactos excluyentes.
Hay que señalar que los gobernados suelen disculpar la mediocridad e idiocia de los gobernantes, pero no perdonan su colaboración, por acción, complicidad u omisión, al desarrollo y mantenimiento de un régimen cleptocrático, basado en la institucionalización sistémica de las corruptelas, cuyos principales exponentes actuales, dentro de la amplia gama de casos publicados por los medios de comunicación, son el nepotismo de nuevo cuño, el clientelismo de la progresía o clientelismo progresista, el despilfarro y desfalcopretextados como benéficos, la estafa y malversación de fondos públicos con fines supuestamente  sociales. Es preocupante que algunas de estas acciones, presuntamente delictivas, quedan impunes, debido a que, en muchos ámbitos del poder y en determinados sectores de la sociedad, ciertas prácticas corruptas se han generalizado tanto que la ciudadanía tuvo y todavía sigue teniendo la percepción de que son normales,  por el hecho de estar afectado todo el sistema político y económico español.  
En otro orden de cosas, y a la hora de formalizar estos pactos postelectorales, de dudosa legitimidad democrática, orientados a conformar un gobierno estable, fuerte y lo más homgéneo posible, se subraya que la versatilidad y el vértigo de la incertidumbre política, así como el temor fundado y la sospecha razonable de quiebra de la estabilidad del sistema político español, debido a los vetos, reticencias, política de bandos y actitudes sectarias, contribuyen a disuadir a los emprendedores y a desacelerar el crecimiento de la economía. Dichos pactos, debieran establecerse con la finalidad de defender con firmeza la unidad y cohesión territorial del Estado, la indivisible soberanía nacional, la igualdad de oportunidades de todos los españoles, la creación de empleo y la mejora del estado del bienestar.
Y, en opinión de  este analista político, las posibilidades de que los actuales cuatro dirigentes políticospuedan formar un gobierno estable y capaz de acometer las reformas pendientes y necesarias para consolidar la plena recuperación económica, son más bien escasas. Sería muy lamentable que estos dirigentes antepusieran sus intereses personales o/y los del partido, como lo están haciendo, a los generales de todos los españoles. A tales efectos, se echan en falta políticos capaces de vertebrar y cohesionar esta España del primer tercio del siglo XXI.
Los ciudadanos y la historia pedirán cuentas a estos dirigentes del logro de los objetivos marcados por los electores y esperados por la ciudadanía en general. Sobre todo, se las demandarán si, a causa de su torpeza, poca generosidad y escaso sentido de estado, no son capaces de dialogar, negociar y alcanzar unos acuerdos de gobernabilidad, que favorezcan la reactivación de la economía, la creación de empleo, la regeneración política y democrática, y que éstos, en modo alguno, perjudiquen ni paralicen las inversiones. Además, se exige que estos pactos postelectorales, que, por cierto, debieran anunciarse antes de las elecciones, y no negociarlos a posteriori en los despachos, no sitúen a este país en los comienzos de un inconsistente nuevo orden social, económico, cultural y político ni en la zozobra de otra temida crisis política y económica de muy difícil solución y consecuencias futuras imprevisibles.
Por cuestiones varias, que incluyen la corrupción y el grave problema de la política migratoria, la Unión Europea está también a punto del colapso social y político. De ahí que tanto en la mayoría de los países de la UE como en España, faltan todavía por acometer muchas reformas y ajustes que entusiasmen de nuevo a la ciudadanía y frenen tanto el escepticismo como la caída libre en el desaliento individual y el desánimo colectivo. La solución no depende sólo de que los nuevos partidos pongan su especial acento, por ejemplo, en la necesidad de celebrar elecciones primarias para la elección de candidatos, sino en primar y defender criterios firmes, valores permanentes y principios sólidos que fortalezcan la periclitada democracia y la estabilidad del sistema político, español y europeo.
Además, es necesario romper cadenas y círculos viciosos para salir del maniqueísmo bueno-malo, blanco-negro, guapo-feo en el que estamos permanentemente sumergidos y de los postulados absurdos y contradictorios de los populistas y tiranos horteras. Y  como final del contenido de este párrafo, cabe resaltar en el contexto actual de la incipiente salida de la crisis, a juzgar por los claros indicios de recuperación de la economía, que las propuestas de gobernabilidad que propone la izquierda para este país, más que un pacto de progreso habría que llamarlo de retroceso, y ello, porque este país ya viene  progresando económica,  laboral y socialmente desde el año 2012.
En el proceso de negociación que se está llevando a cabo, deben evitarse algunas falacias que se camuflan bajo expresiones en apariencia inofensivas, tales como llamar laicidad extrema a lo que equivale a laicismo puro y duro, y esto, es conveniente aclararlo para no confundir a la ciudadanía. Pero otra falsedad denunciable fue presentar al centro derecha como el enemigo acérrimo e irreconciliable del centro izquierda, cuando la realidad es que sólo son adversarios políticos, y que, en cambio, el verdadero enemigo, que no adversario, del centro izquierda es la extrema izquierda, radical, intolerante, totalitaria y muy poco o nada dialogante. 
Craso error democrático y engañosa mendacidad fue y es también crear cordones sanitarios, nuevos pactos del Tinell y negar el pan y la sal del diálogo a los dirigentes de un partido político al que votaron mayoritariamente los electores españoles y que, consecuentemente, ganó las elecciones, debiendo, por tal motivo, ser éste el que gobernase con la colaboración de los demás contendientes políticos, en  vez de que lo  hiciese o haga una  amoldada alianza postelectoral de perdedores. Es, además, falaz y absurdo que con sólo 90 diputados se pretenda presidir el gobierno de este país y gobernarlo con el apoyo de organizaciones políticas dispuestas a romper la constitucional unidad territorial, acabar con la soberanía del conjunto de todos los españoles, entorpecer la convivencia pacífica entre  los ciudadanos y dejando inoculado el veneno de la inquina, el odio y los revanchismos que conducirán a la división confrontada entre las tristemente históricas dos Españas.
A la luz de la interpretación en sentido metafórico de la sentencia por la boca muere el pez, y, como diría el académico Julián Marías, por la palabra y sus acciones, muere el hombre, se puede deducir que la caída en picado del crédito, credibilidad y autoridad moral de los políticos y de los sindicatos en este país, tuvo, y sigue teniendo, causa y origen en deméritos propios, motivados por perversos comportamientos, que, por lo demás, merecieron la censura y reprobación de la misma sociedad. No debe olvidarse que están siendo los jueces y magistrados, quienes desaprueban, con sus resoluciones y sentencias judiciales, las prácticas éticamente indecorosas, reprobables y supuestamente delictivas de destacados miembros de algunas organizaciones políticas y socio/sindicales.
Con relación a esta particular cuestión del desprestigio político y sindical en este país, procede advertir que nadie debiera de rasgarse las vestiduras, dado que el espectacular hundimiento de los denominados entes sociales, no sobrevino de golpe y por sorpresa sino como consecuencia de los innumerables excesos en el ejercicio del poder político y/o sindical y de las bochornosas y sistemáticas acciones corruptas, llevadas a cabo por una parte de la instalada casta política y por algunas de las trasnochadas y caducas organizaciones sindicales, renuentes a llevar a cabo su particular transición hacia nuevas y diferentes formas de ejercer el sindicalismo.
Es ciertamente triste y lamentable poder constatar fehacientemente que la sociedad española quedó no sólo hipotecada por años sin término o tiempo indefinido, sino, y lo que es peor todavía, arruinada hasta la mendicidad, por culpa de los despilfarros, latrocinios, saqueos, apropiaciones indebidas y uso incorrecto de fondos públicos, así como por los enriquecimientos de unos pocos a costa del empobrecimiento de otros muchos, con el agravante de que estos últimos ciudadanos esquilmados ya pertenecían a una clase social media baja. Por lo que la indecencia conductual de los primeros se hace merecedora del más absoluto rechazo social.
Del Blog VERBO SUELTO del autor de este artículo, cuyo enlace o link es:  verbosuelto.blogspot.com


Un comentario

  • Ana gomez
    Estimado Sr. Parafita:
    Una vez más demuestra con su artículo que es buen conocedor de la abominable situación política e institucional por la que atraviesa nuestro país.Como usted ha manifestado en más de una ocasión, esta crisis ha acabado enterrándonos a todos los españoles en el mayor desconcierto y perplejidad, al ver cómo somos los tontos útiles…nosotros votamos pero ellos eligen.
    Le felicito por este nuevo ensayo.Ojalá los políticos que desgraciadamente nos dirigen tuviesen su claridad de ideas e inteligencia para resolver el despropósito en que estamos metidos.
    Quiero agradecer también a este medio de comunicación que nos permita a los lectores disfrutar de escritores pensadores que actúan con respeto y libertad de expresión,tan necesarios hoy.