jueves, 18 de agosto de 2016

MÍSERA E IRRISORIA POLÍTICA PACTISTA.

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace es verbosuelto.blogspot.com



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Es un hecho incontestable que en el ámbito de la política española existen dirigentes poco patrióticos, mediocres, cerriles, mezquinos e irresponsables. Y, a mayor abundamiento del aserto anterior, y tal vez como consecuencia, no debe olvidarse la relevante  prevalencia de la incultura política del pacto y de la patología democrática del “no” a los intereses generales del pueblo español. De tal modo esto es  así que la negativa del responsable de cualquier partido político a facilitar, al candidato ganador y oficialmente propuesto, la formación de un ejecutivo con la suficiente fuerza parlamentaria y poder político para  avalar y garantizar la gobernabilidad de España es un “no” antidemocrático a la estabilidad política, social y económica, así como al progreso de toda la sociedad  española. Es un “no” antipatriótico al propio Estado. A pesar de todo, hay que afirmar sin ambages y admitir que la mayoría de los políticos electos ostenta un aceptable grado de preparación académica, principios democráticos y valores morales. Dicho sea a modo de matización del titular del presente artículo y a los efectos de no incurrir en odiosas generalizaciones.
 
Así pues, el autor del mismo, en modo alguno pretende hacer extensivos dichos calificativos a todos los dirigentes de la clase política española, sino más bien a aquellos que recibieron de sus partidos políticos y de los electores el encargo democrático de poner en marcha el proceso de investidura de un candidato electo y propuesto por el Rey. Apuntado lo cual, este comentarista continúa con su particular reflexión, aseverando que, no obstante la anterior salvedad, saltan a la vista las pretensiones de algunos dirigentes de Podemos y Ciudadanos de absorber al PSOE, en el primer caso, y al PP, en el segundo. Es cierto que estamos ante dos formaciones políticas emergentes y nuevas, cuyo objetivo primigenio fue el de regenerar la vida política española, contaminada por prácticas corruptas llevadas a cabo dentro o en el entorno de los viejos partidos políticos, aunque ahora también en el de los nuevos.

En principio, los dirigentes de la nueva política no planteaban ocupar de manera excluyente y exclusiva los espacios políticos de centro izquierda y centro derecha, pero los hechos han venido a demostrar y confirmar que lo realmente emergente y novedoso con respecto a los dos mesiánicos personajes, Pablo Iglesias y Albert Rivera, fue que ambos se han convertido al ideario de la denigrada vieja casta política y que, en un corto espacio de tiempo, sus actitudes y comportamientos pusieron de manifiesto que la desmesurada ambición política de estos dirigentes de la nueva ola no se diferenciaba en demasía de la de los anteriores o antigua. De suerte que, políticamente hablando, se les puede aplicar el clásico aforismo: “nihil novum sub sole”, a saber, “nada nuevo bajo el sol”, y/o las proverbiales máximas populares: “mucho ruido y pocas nueces” o también la de: “son los mismos perros con distintos collares”.

Concluida con más pena que gloria la legislatura más breve de la etapa democrática española, este comentarista ofrece a los lectores una reflexión sobre determinados aspectos de aquel fallido intento  de los actuales dirigentes políticos españoles, en cuanto a dar forma democrática al voto que los electores habían depositado en las urnas el 20-D del pasado año 2015. A juicio del autor, los pseudolíderes políticos españoles actuaron, y algunos sobreactuaron, con más torpeza e ineptitud dialogante y negociadora que inteligencia política para buscar y formalizar unos pactos de investidura y gobernabilidad basados en la coherencia, el sentido común, la racionalidad y los intereses generales de la sociedad española. 

No fue así, porque a lo largo de los meses siguientes al 20-D los dirigentes políticos electos y sus partidos se preocuparon más de negociar y defender los intereses partidistas y las posiciones personales que las necesidades perentorias del pueblo en su conjunto. De modo que puede afirmarse que su fracaso al respecto fue verdaderamente antológico, y su manifiesta incapacidad para constituir un gobierno que propiciase la continuidad de la reactivación económica, la creación de empleo y la regeneración de las instituciones del Estado, les dejó deslegitimados para abanderar los nuevos proyectos de progreso, desarrollo y fortalecimiento socioeconómico e institucional que necesita este país. 

Los desafueros cometidos por los políticos emergidos de demagógicas falacias y cautivadoras utopías, resaltan su condición de dirigentes de nuevo cuño egocéntricos, soberbios, sectarios, altaneros y autoritarios, con clara tendencia totalitaria, y también concuerdan, algunos, no todos, en que subvirtieron, y siguen subvirtiendo en muchos aspectos,  la esencia de la propia democracia, anteponiendo, como ya se ha dicho, los intereses personales y de partido a los generales de España. Por ello, a la mayoría de los ciudadanos les quedó meridianamente claro que el bien particular primó a todas luces sobre el común del pueblo soberano que les votó. Así fue por lo que los electores tomaron buena nota el 26 de Junio del presente año 2016 de la falta de sentido de estado y patriotismo de estos dirigentes políticos, así como de su ineficiente capacidad para conformar un gobierno fuerte, estable y plenamente democrático, dejando de lado líneas rojas absurdas, exclusiones anacrónicas, cordones sanitarios y vetos antidemocráticos.

En los comicios del pasado 26 de Junio, los electores volvieron a las urnas a depositar su voto y a cumplir con el deber cívico/político de participación democrática, pero de nuevo los dirigentes políticos y sus partidos, que ya habían cosechado un histórico y estrepitoso fracaso por no haber sido capaces de cumplir el mandato electoral de canalizar el voto del electorado hacia la formación de un gobierno estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y eficiencia económica. Y, por lo que se percibe, estos mismos dirigentes políticos, a día de hoy, siguen dando muestras de no haber entendido ni interpretado correctamente el principio básico de la democracia, que es el voto de los ciudadanos. De ahí que se les pueda tachar desde el punto de vista político, salvando las honrosas excepciones, que ciertamente las hay, de dirigentes mediocres, cerriles, mezquinos, torpes, irresponsables y con escaso sentido patriótico y de hombres de estado.

Pero la penosa realidad fue y es que entonces como ahora los dirigentes políticos de este país, no estuvieron a la altura de la nueva situación política pluripartidista, creada tras el 20-D de 2015 y el 26-J de 2016. Por eso, el comentarista reitera que éstos que no dieron ni están dando la talla ni como líderes estadistas ni tan siquiera como demócratas convencidos, toda vez que hicieron caso omiso de los resultados electorales, glosándolos a su modo y según los  intereses personales y las ventajas de los correspondientes partidos políticos, frustrando, de esta manera, expectativas y truncando ilusiones de una gran mayoría de ciudadanos españoles. Es de señalar que, para una parte considerable de personas, la actitud de estos dirigentes, especialmente la de los partidos emergentes, constituyó un decepcionante fiasco y una muestra de su inmadurez política. Asimismo, se evidenció la ausencia de líderes carismáticos y, como se acaba de apuntar, la inexistencia de unos estadistas con visión de futuro, capaces de entusiasmar e ilusionar a esta sociedad moralmente hundida, debido a la concatenación de causas multifactoriales.

El fenómeno sociológico de la desafección ciudadana de la clase política fue aumentando de manera progresiva, porque ni los dirigentes políticos electos ni sus organizaciones supieron buscar fórmulas orientadas a articular el necesario y anhelado plan de gobernabilidad en torno al PP y al PSOE, centro derecha y centro izquierda, con la finalidad de sacar adelante un país tan bloqueado y en situación de crucial emergencia como el español en la actual coyuntura política, económica y social. Es un hecho fácilmente constatable que la gente sueña con una democracia sin muros, vetos ni discriminaciones ideológicas, como también lo es que rechaza cualquier otro modelo que sea excluyente y no integrador e inclusivo. Por otra parte, los partidos que se presentaron en el escenario electoral como los adalides de una nueva política, encaminada a regenerar la vida pública española y como los impulsores del cambio hacia nuevas formas de expresión democrática y gestión política, resultaron ser un estrepitoso fracaso, porque sus modos de operar no difirieron ni difieren en absoluto de los de la vieja casta que ellos mismos han denostado con tan  vehemente testarudez. 

Suele decirse que los hechos son sagrados y las opiniones libres. Y también debe tenerse en cuenta que el poder y la ocasión hacen al hombre ladrón. Por lo demás, tampoco puede ignorarse la realidad de que el auge del populismo en España y en algunos otros países del entorno europeo, tiene su origen en la  inexistencia o debilidad de liderazgos políticos, habida cuenta de que así se pone en duda y solfa el futuro de un proyecto político español y europeo de progreso económico y bienestar social. En opinión de este analista, la pretendida creación de un Estado europeo se convierte, por mor de los particularismos e individualidades soberanistas de los países que la integran, en algo ilusorio y utópico. Bien entendido que no se trata sólo de que Europa, como institución, reniegue de sus raíces sino de que, con su errática política migratoria, llevada a cabo de espaldas a los ciudadanos, no sólo está sustituyendo la población nativa y/o autóctona, sino también destruyendo la identidad del Viejo Continente como realidad supranacional y demoliendo las peculiaridades nacionales de los Estados adheridos.

Como colofón a este comentario, y para que el lector pueda disponer de una serie de elementos de juicio que le permitan realizar su propia valoración sobre la compleja y delicada situación política, económica, cultural y social por la que atraviesa España en estos históricos momentos, se le ofrecen a continuación algunas muestras esclarecedoras de las múltiples incoherencias, flagrantes contradicciones, sorprendentes descoordinaciones, expectativas frustradas y confusiones generadas, protagonizadas por determinados dirigentes políticos españoles, nuevos y viejos. Así, a modo de ejemplos, y  según informes  publicados por en distintos medios de comunicación, muchos católicos votan más al PSOE, de izquierda, que a Ciudadanos, de centro derecha.

Y, en otro orden de cosas y con relación a los principales dirigentes políticos, que no líderes, hay que resaltar que muchos ciudadanos critican y rechazan la aparente chulería infantiloide y arrogancia política de Albert Rivera; los caprichosos personalismos y las puerilidades sinuosas político/partidistas de Pedro Sánchez; las soberbias y despectivas expresiones de Pablo Iglesias y la falta de arrojo político, así como la cachazuda y flemática actitud de Mariano Rajoy. Pero, sin embargo, con respecto al Presidente en funciones, debe señalarse que se siente impelido y animado a llevar la batuta y marcar el ritmo, como protagonista, del rigodón político que vienen ejecutando, de modo muy patoso y forma descompasada, él, Albert Rivera y Pedro Sánchez. No obstante, lo importante es que al final de la escenificación de esta melodramática danza o contradanza el país pueda disponer de un gobierno que garantice su estabilidad y desarrollo.

No se entiende por qué la izquierda se muestra reticente a la hora de condenar el ataque a dos iglesias en Galicia. Y, en este sentido, sorprende que los mismos partidos que firmaron un manifiesto contra la islamofobia rechazan una moción para condenar la quema de la Iglesia de Sedes y la Capilla de Placente, en Narón, A Coruña. En lo concerniente a la política de pactos, la ciudadanía está viendo cómo es el PP, centro derecha, la formación política que está adoptando una actitud dialogante y de cambios importantes, sin vetos,  líneas rojas ni cordones sanitarios de claro signo antidemocrático. Pero, aún en el contexto del tolerante respeto a la pluralidad de formas y modos de expresión social y política, no se produce una especial convulsión por el hecho de que todos los españoles paguen los 50.000 condones de Podemos y los suculentos sueldos de los mediocres e inoperantes dirigentes políticos electos. Ni tampoco, porque  Francina Armengol, Jefa del Consell de Baleares, y Miguel Iceta, secretario general del PSC, pretendan hacer descansar la gobernabilidad del país sobre los independentistas. 

Las trivialidades de signo infantiloide de un buen número de dirigentes políticos españoles, estuvieron en el origen, como concausa, de sus comportamientos autoritarios. Asimismo, y a modo de síntesis, en este artículo se pone de relieve el sentir nostálgico de muchos ciudadanos con respecto a la desaparición del bipartidismo de la escena político/democrática española por los daños colaterales que de tal hecho se derivan, uno de los cuales es el que actualmente está generando malestar y sombras en la convivencia social, a la vez que confusión política, como es el pluripartidismo, llegado a España de la mano de Podemos y Ciudadanos. Por éstas y otras razones, fueron apareciendo en este país una especie de satrapías político/partidistas, regentadas y dirigidas por unos auténticos sátrapas de la política española, artífices de lo que puede reseñarse con el nombre de babelismo político español.

Que los políticos y sus respectivas formaciones están perdiendo credibilidad a pasos agigantados, es una realidad incontestable. Por otra parte, resulta evidente que en España está habiendo una crisis política que puede culminar en crisis del sistema político español, si no se produce una reacción a tiempo por parte de aquellos a quienes competa y corresponda. Finalmente, los ciudadanos con su voto deben corregir y poner coto a los constantes e insufribles devaneos políticos de los dirigentes emergentes y a sus fanfarrias y  fanfarronadas de índole demagógica y populista. En la actual situación de emergencia social, económica y política, los dirigentes políticos, en este frenético intento de constituir un gobierno fuerte y estable en España, no pueden eludir la corresponsabilidad de facilitar la investidura del candidato oficial, propuesto por el Rey, sino que deben de contribuir a la gobernabilidad del país, a los efectos de dar continuidad a la recuperación económica, la creación de empleo y potenciar el Estado del bienestar.

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es verbosuelto.blogspot.com




domingo, 14 de agosto de 2016

DIRIGENTES POLÍTICOS POCO PATRIÓTICOS, MEDIOCRES, CERRILES, MEZQUINOS E IRRESPONSABLES. MÍSERA E IRRISORIA POLÍTICA PACTISTA TRAS EL 26/06/16.
INCULTURA POLÍTICA DEL PACTO Y PATOLOGÍA DEMOCRÁTICA DEL “NO” A LOS INTERESES GENERALES DEL PUEBLO ESPAÑOL. 

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace es verbosuelto.blogspot.com
Es evidente que en España la mayoría de los políticos electos ostenta un aceptable grado de preparación cultural, principios éticos y valores democráticos. Dicho sea como matización del titular del presente artículo, en cuanto a que el autor del mismo en modo alguno pretende hacer extensivos dichos calificativos a todos los dirigentes de la clase política española, sino más bien a aquellos que recibieron de sus partidos políticos y de los electores el encargo democrático de poner en marcha el proceso de investidura de un candidato electo propuesto  por el Rey. Apuntado lo cual, este comentarista continúa con su particular reflexión, aseverando que, no obstante la anterior salvedad, saltan a la vista las pretensiones de algunos dirigentes de Podemos y Ciudadanos de absorber al PSOE, en el primer caso, y al PP, en el segundo. Es cierto que estamos ante dos formaciones políticas emergentes y nuevas, cuyo objetivo primigenio fue el de regenerar la vida política española, contaminada por prácticas corruptas llevadas a cabo dentro o en el entorno de los viejos partidos políticos.

En principio, los dirigentes de la nueva política no planteaban ocupar de manera excluyente y exclusiva los espacios políticos de centro izquierda y centro derecha, pero los hechos han venido a demostrar y confirmar que lo realmente emergente y novedoso con respecto a los dos mesiánicos personajes, Pablo Iglesias y Albert Rivera, fue que ambos se han convertido al ideario de la denigrada vieja casta política y que, en un corto espacio de tiempo, sus actitudes y comportamientos pusieron de manifiesto que la desmesurada ambición política de estos dirigentes de la nueva ola no se diferenciaba en demasía de la de los anteriores o antigua. De suerte que, políticamente hablando, se les puede aplicar el clásico aforismo: "nihil novum sub sole", a saber, "nada nuevo bajo el sol", y/o las proverbiales máximas populares:"mucho ruido y pocas nueces" o también la de: "son los mismos perros con distintos collares".

Concluida con más pena que gloria la legislatura más breve de la etapa democrática española, este comentarista ofrece a los lectores una reflexión sobre determinados aspectos de aquel fallido intento  de los actuales dirigentes políticos españoles, en cuanto a dar forma democrática al voto que los electores habían depositado en las urnas el 20-D del pasado año 2015. A juicio del autor, los pseudolíderes políticos españoles actuaron, y algunos sobreactuaron, con más torpeza e ineptitud dialogante y negociadora que inteligencia política para buscar y formalizar unos pactos de investidura y gobernabilidad basados en la coherencia, el sentido común, la racionalidad y los intereses generales de la sociedad  española. 

No fue así, porque a lo largo de los meses siguientes al 20-D los dirigentes políticos electos y sus partidos se preocuparon más de negociar y defender los intereses partidistas y las posiciones personales que las necesidades perentorias del pueblo en su conjunto. De modo que puede afirmarse que su fracaso al respecto fue verdaderamente antológico, y su manifiesta incapacidad para constituir un gobierno que propiciase la continuidad de la reactivación económica, la creación de empleo y la regeneración de las instituciones del Estado, les dejó deslegitimados para abanderar los nuevos proyectos de progreso, desarrollo y fortalecimiento socioeconómico e institucional que necesita este país. 

Los desafueros cometidos por los políticos emergidos de demagógicas falacias y cautivadoras utopías, resaltan su condición de dirigentes de nuevo cuño egocéntricos, soberbios, sectarios, altaneros y autoritarios, con clara tendencia totalitaria, y también concuerdan, algunos, no todos, en que subvirtieron, y siguen subvirtiendo en muchos aspectos,  la esencia de la propia democracia, anteponiendo, como ya se ha dicho, los intereses personales y de partido a los generales de España. Por ello, a la mayoría de los ciudadanos les quedó meridianamente claro que el bien particular primó a todas luces sobre el común del pueblo soberano que les votó. Así fue por lo que los electores tomaron buena nota el 26 de Junio del presente año 2016 de la falta de sentido de estado y patriotismo de estos dirigentes políticos, así como de su ineficiente capacidad para conformar un gobierno fuerte, estable y plenamente democrático, dejando de lado líneas rojas absurdas, exclusiones anacrónicas, cordones sanitarios y vetos antidemocráticos.

En los comicios del pasado 26 de Junio, los electores volvieron a las urnas a depositar su voto y a cumplir con el deber cívico/político de participación democrática, pero de nuevo los dirigentes políticos y sus partidos, que ya habían cosechado un histórico y estrepitoso fracaso por no haber sido capaces de cumplir el mandato electoral de canalizar el voto del electorado hacia la formación de un gobierno estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y eficiencia económica. Y, por lo que se percibe, estos mismos dirigentes políticos, a día de hoy, siguen dando muestras de no haber entendido ni interpretado correctamente el principio básico de la democracia, que es el voto de los ciudadanos. De ahí que se les pueda tachar desde el punto de vista político, salvando las honrosas excepciones, que ciertamente las hay, de dirigentes mediocres, cerriles, mezquinos, torpes, irresponsables y con escaso sentido patriótico y de hombres de estado.

Pero la penosa realidad fue y es que entonces como ahora los dirigentes políticos de este país, no estuvieron a la altura de la nueva situación política pluripartidista, creada tras el 20-D de 2015 y el 26-J de 2016. Por eso, el comentarista reitera que éstos que no dieron ni están dando la talla ni como líderes estadistas ni tan siquiera como demócratas convencidos, toda vez que hicieron caso omiso de los resultados electorales, glosándolos a su modo y según los  intereses personales y las ventajas de los correspondientes partidos políticos, frustrando, de esta manera, expectativas y truncando ilusiones de una gran mayoría de ciudadanos españoles. Es de señalar que, para una parte considerable de personas, la actitud de estos dirigentes, especialmente la de los partidos emergentes, constituyó un decepcionante fiasco y una muestra de su inmadurez política. Asimismo, se evidenció la ausencia de líderes carismáticos y, como se acaba de apuntar, la inexistencia de unos estadistas con visión de futuro, capaces de entusiasmar e ilusionar a esta sociedad moralmente hundida, debido a la concatenación de causas multifactoriales.

El fenómeno sociológico de la desafección ciudadana de la clase política fue aumentando de manera progresiva, porque ni los dirigentes políticos electos ni sus organizaciones supieron buscar fórmulas orientadas a articular el necesario y anhelado plan de gobernabilidad en torno al PP y al PSOE, centro derecha y centro izquierda, con la finalidad de sacar adelante un país tan bloqueado y en situación de crucial emergencia como el español en la actual coyuntura política, económica y social. Es un hecho fácilmente constatable que la gente sueña con una democracia sin muros, vetos ni discriminaciones ideológicas, como también lo es que rechaza cualquier otro modelo que sea excluyente y no integrador e inclusivo. Por otra parte, los partidos que se presentaron en el escenario electoral como los adalides de una nueva política, encaminada a regenerar la vida pública española y como los impulsores del cambio hacia nuevas formas de expresión democrática y gestión política, resultaron ser un estrepitoso fracaso, porque sus modos de operar no difirieron ni difieren en absoluto de los de la vieja casta que ellos mismos han denostado con tan  vehemente testarudez. 

Suele decirse que los hechos son sagrados y las opiniones libres. Y también debe tenerse en cuenta que el poder y la ocasión hacen al hombre ladrón. Por lo demás, tampoco puede ignorarse la realidad de que el auge del populismo en España y en algunos otros países del entorno europeo, tiene su origen en la  inexistencia o debilidad de liderazgos políticos, habida cuenta de que así se pone en duda y solfa el futuro de un proyecto político español y europeo de progreso económico y bienestar social. En opinión de este analista, la pretendida creación de un Estado europeo se convierte, por mor de los particularismos e individualidades soberanistas de los países que la integran, en algo ilusorio y utópico. Bien entendido que no se trata sólo de que Europa, como institución, reniegue de sus raíces sino de que, con su errática política migratoria, llevada a cabo de espaldas a los ciudadanos, no sólo está sustituyendo la población nativa y/o autóctona, sino también destruyendo la identidad del Viejo Continente como realidad supranacional y demoliendo las peculiaridades nacionales de los Estados adheridos.

Como colofón a este comentario, y para que el lector pueda disponer de una serie de elementos de juicio que le permitan realizar su propia valoración sobre la compleja y delicada situación política, económica, cultural y social por la que atraviesa España en estos históricos momentos, se le ofrecen a continuación algunas muestras esclarecedoras de las múltiples incoherencias, flagrantes contradicciones, sorprendentes descoordinaciones, expectativas frustradas y confusiones generadas, protagonizadas por determinados dirigentes políticos españoles, nuevos y viejos. Así, a modo de ejemplos, y  según informes  publicados por en distintos medios de comunicación, muchos católicos votan más al PSOE, de izquierda, que a Ciudadanos, de centro derecha.

Y, en otro orden de cosas y con relación a los principales dirigentes políticos, que no líderes, hay que resaltar que muchos ciudadanos critican y rechazan detestan la aparente chulería infantiloide de Albert Rivera; los caprichosos personalismos y las puerilidades sinuosas político/partidistas de Pedro Sánchez; las arrogantes y despectivas expresiones de Pablo Iglesias y la  falta de arrojo político, así como la cachazuda y flemática actitud de Mariano Rajoy. Pero, sin embargo, con respecto al Presidente en funciones, debe señalarse que se siente impelido y animado a llevar la batuta y marcar el ritmo, como protagonista, del rigodón político que vienen ejecutando, de modo muy patoso y forma descompasada, él, Albert Rivera y Pedro Sánchez. No obstante, lo importante es que al final de la escenificación de esta melodramática danza o contradanza el país pueda disponer de un gobierno que garantice su estabilidad y desarrollo.

No se entiende por qué la izquierda se muestra reticente a la hora de condenar el ataque a dos iglesias en Galicia. Y, en este sentido, sorprende que los mismos partidos que firmaron un manifiesto contra la islamofobia rechazan una moción para condenar la quema de la Iglesia de Sedes y la Capilla de Placente, en Narón, A Coruña. En lo concerniente a la política de pactos, la ciudadanía está viendo cómo es el PP, centro derecha, la formación política que está adoptando una actitud dialogante y de cambios importantes, sin vetos,  líneas rojas ni cordones sanitarios de claro signo antidemocrático. Pero, aún en el contexto del tolerante respeto a la pluralidad de formas y modos de expresión social y política, no se produce una especial convulsión por el hecho de que todos los españoles paguen los 50.000 condones de Podemos y los suculentos sueldos de los mediocres e inoperantes dirigentes políticos electos. Ni tampoco, porque  Francina Armengol, Jefa del Consell de Baleares, y Miguel Iceta, secretario general del PSC, pretendan hacer descansar la gobernabilidad del país sobre los independentistas. 

Las trivialidades de signo infantiloide de un buen número de dirigentes políticos españoles, estuvieron en el origen, como concausa, de sus comportamientos autoritarios. Asimismo, y a modo de síntesis, en este artículo se pone de relieve el sentir nostálgico de muchos ciudadanos con respecto a la desaparición del bipartidismo de la escena político/democrática española por los daños colaterales que de tal hecho se derivan, uno de los cuales es el que actualmente está generando malestar y sombras en la convivencia social, a la vez que confusión política, como es el pluripartidismo, llegado a España de la mano de Podemos y Ciudadanos. Por éstas y otras razones, fueron apareciendo en este país una especie de satrapías político/partidistas, regentadas y dirigidas por unos auténticos sátrapas de la política española, artífices de lo que puede reseñarse con el nombre de babelismo político español.

Que los políticos y sus respectivas formaciones están perdiendo credibilidad a pasos agigantados, es una realidad incontestable. Por otra parte, resulta evidente que en España está habiendo una crisis política que puede culminar en crisis del sistema político español, si no se produce una reacción a tiempo por parte de aquellos a quienes competa y corresponda. Finalmente, los ciudadanos con su voto deben corregir y poner coto a los constantes e insufribles devaneos políticos de los dirigentes emergentes y a sus fanfarrias y  fanfarronadas de índole demagógica y populista. En la actual situación de emergencia social, económica y política, los dirigentes políticos, en este frenético intento de constituir un gobierno fuerte y estable en España, no pueden eludir la corresponsabilidad de facilitar la investidura del candidato oficial, propuesto por el Rey, sino que deben de contribuir a la gobernabilidad del país, a los efectos de dar continuidad a la recuperación económica, la creación de empleo y potenciar el Estado del bienestar.

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.


Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es verbosuelto.blogspot.com









DIRIGENTES POLÍTICOS POCO PATRIÓTICOS, MEDIOCRES, CERRILES, MEZQUINOS E IRRESPONSABLES. MÍSERA E IRRISORIA POLÍTICA PACTISTA TRAS EL 26/06/16.
INCULTURA POLÍTICA DEL PACTO Y PATOLOGÍA DEMOCRÁTICA DEL “NO” A LOS INTERESES GENERALES DEL PUEBLO ESPAÑOL. 

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace es verbosuelto.blogspot.com
Es evidente que en España la mayoría de los políticos electos ostenta un aceptable grado de preparación cultural, principios éticos y valores democráticos. Dicho sea como matización del titular del presente artículo, en cuanto a que el autor del mismo en modo alguno pretende hacer extensivos dichos calificativos a todos los dirigentes de la clase política española, sino más bien a aquellos que recibieron de sus partidos políticos y de los electores el encargo democrático de poner en marcha el proceso de investidura de un candidato electo propuesto  por el Rey. Apuntado lo cual, este comentarista continúa con su particular reflexión, aseverando que, no obstante la anterior salvedad, saltan a la vista las pretensiones de algunos dirigentes de Podemos y Ciudadanos de absorber al PSOE, en el primer caso, y al PP, en el segundo. Es cierto que estamos ante dos formaciones políticas emergentes y nuevas, cuyo objetivo primigenio fue el de regenerar la vida política española, contaminada por prácticas corruptas llevadas a cabo dentro o en el entorno de los viejos partidos políticos.

En principio, los dirigentes de la nueva política no planteaban ocupar de manera excluyente y exclusiva los espacios políticos de centro izquierda y centro derecha, pero los hechos han venido a demostrar y confirmar que lo realmente emergente y novedoso con respecto a los dos mesiánicos personajes, Pablo Iglesias y Albert Rivera, fue que ambos se han convertido al ideario de la denigrada vieja casta política y que, en un corto espacio de tiempo, sus actitudes y comportamientos pusieron de manifiesto que la desmesurada ambición política de estos dirigentes de la nueva ola no se diferenciaba en demasía de la de los anteriores o antigua. De suerte que, políticamente hablando, se les puede aplicar el clásico aforismo: "nihil novum sub sole", a saber, "nada nuevo bajo el sol", y/o las proverbiales máximas populares:"mucho ruido y pocas nueces" o también la de: "son los mismos perros con distintos collares".

Concluida con más pena que gloria la legislatura más breve de la etapa democrática española, este comentarista ofrece a los lectores una reflexión sobre determinados aspectos de aquel fallido intento  de los actuales dirigentes políticos españoles, en cuanto a dar forma democrática al voto que los electores habían depositado en las urnas el 20-D del pasado año 2015. A juicio del autor, los pseudolíderes políticos españoles actuaron, y algunos sobreactuaron, con más torpeza e ineptitud dialogante y negociadora que inteligencia política para buscar y formalizar unos pactos de investidura y gobernabilidad basados en la coherencia, el sentido común, la racionalidad y los intereses generales de la sociedad  española. 

No fue así, porque a lo largo de los meses siguientes al 20-D los dirigentes políticos electos y sus partidos se preocuparon más de negociar y defender los intereses partidistas y las posiciones personales que las necesidades perentorias del pueblo en su conjunto. De modo que puede afirmarse que su fracaso al respecto fue verdaderamente antológico, y su manifiesta incapacidad para constituir un gobierno que propiciase la continuidad de la reactivación económica, la creación de empleo y la regeneración de las instituciones del Estado, les dejó deslegitimados para abanderar los nuevos proyectos de progreso, desarrollo y fortalecimiento socioeconómico e institucional que necesita este país. 

Los desafueros cometidos por los políticos emergidos de demagógicas falacias y cautivadoras utopías, resaltan su condición de dirigentes de nuevo cuño egocéntricos, soberbios, sectarios, altaneros y autoritarios, con clara tendencia totalitaria, y también concuerdan, algunos, no todos, en que subvirtieron, y siguen subvirtiendo en muchos aspectos,  la esencia de la propia democracia, anteponiendo, como ya se ha dicho, los intereses personales y de partido a los generales de España. Por ello, a la mayoría de los ciudadanos les quedó meridianamente claro que el bien particular primó a todas luces sobre el común del pueblo soberano que les votó. Así fue por lo que los electores tomaron buena nota el 26 de Junio del presente año 2016 de la falta de sentido de estado y patriotismo de estos dirigentes políticos, así como de su ineficiente capacidad para conformar un gobierno fuerte, estable y plenamente democrático, dejando de lado líneas rojas absurdas, exclusiones anacrónicas, cordones sanitarios y vetos antidemocráticos.

En los comicios del pasado 26 de Junio, los electores volvieron a las urnas a depositar su voto y a cumplir con el deber cívico/político de participación democrática, pero de nuevo los dirigentes políticos y sus partidos, que ya habían cosechado un histórico y estrepitoso fracaso por no haber sido capaces de cumplir el mandato electoral de canalizar el voto del electorado hacia la formación de un gobierno estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y eficiencia económica. Y, por lo que se percibe, estos mismos dirigentes políticos, a día de hoy, siguen dando muestras de no haber entendido ni interpretado correctamente el principio básico de la democracia, que es el voto de los ciudadanos. De ahí que se les pueda tachar desde el punto de vista político, salvando las honrosas excepciones, que ciertamente las hay, de dirigentes mediocres, cerriles, mezquinos, torpes, irresponsables y con escaso sentido patriótico y de hombres de estado.

Pero la penosa realidad fue y es que entonces como ahora los dirigentes políticos de este país, no estuvieron a la altura de la nueva situación política pluripartidista, creada tras el 20-D de 2015 y el 26-J de 2016. Por eso, el comentarista reitera que éstos que no dieron ni están dando la talla ni como líderes estadistas ni tan siquiera como demócratas convencidos, toda vez que hicieron caso omiso de los resultados electorales, glosándolos a su modo y según los  intereses personales y las ventajas de los correspondientes partidos políticos, frustrando, de esta manera, expectativas y truncando ilusiones de una gran mayoría de ciudadanos españoles. Es de señalar que, para una parte considerable de personas, la actitud de estos dirigentes, especialmente la de los partidos emergentes, constituyó un decepcionante fiasco y una muestra de su inmadurez política. Asimismo, se evidenció la ausencia de líderes carismáticos y, como se acaba de apuntar, la inexistencia de unos estadistas con visión de futuro, capaces de entusiasmar e ilusionar a esta sociedad moralmente hundida, debido a la concatenación de causas multifactoriales.

El fenómeno sociológico de la desafección ciudadana de la clase política fue aumentando de manera progresiva, porque ni los dirigentes políticos electos ni sus organizaciones supieron buscar fórmulas orientadas a articular el necesario y anhelado plan de gobernabilidad en torno al PP y al PSOE, centro derecha y centro izquierda, con la finalidad de sacar adelante un país tan bloqueado y en situación de crucial emergencia como el español en la actual coyuntura política, económica y social. Es un hecho fácilmente constatable que la gente sueña con una democracia sin muros, vetos ni discriminaciones ideológicas, como también lo es que rechaza cualquier otro modelo que sea excluyente y no integrador e inclusivo. Por otra parte, los partidos que se presentaron en el escenario electoral como los adalides de una nueva política, encaminada a regenerar la vida pública española y como los impulsores del cambio hacia nuevas formas de expresión democrática y gestión política, resultaron ser un estrepitoso fracaso, porque sus modos de operar no difirieron ni difieren en absoluto de los de la vieja casta que ellos mismos han denostado con tan  vehemente testarudez. 

Suele decirse que los hechos son sagrados y las opiniones libres. Y también debe tenerse en cuenta que el poder y la ocasión hacen al hombre ladrón. Por lo demás, tampoco puede ignorarse la realidad de que el auge del populismo en España y en algunos otros países del entorno europeo, tiene su origen en la  inexistencia o debilidad de liderazgos políticos, habida cuenta de que así se pone en duda y solfa el futuro de un proyecto político español y europeo de progreso económico y bienestar social. En opinión de este analista, la pretendida creación de un Estado europeo se convierte, por mor de los particularismos e individualidades soberanistas de los países que la integran, en algo ilusorio y utópico. Bien entendido que no se trata sólo de que Europa, como institución, reniegue de sus raíces sino de que, con su errática política migratoria, llevada a cabo de espaldas a los ciudadanos, no sólo está sustituyendo la población nativa y/o autóctona, sino también destruyendo la identidad del Viejo Continente como realidad supranacional y demoliendo las peculiaridades nacionales de los Estados adheridos.

Como colofón a este comentario, y para que el lector pueda disponer de una serie de elementos de juicio que le permitan realizar su propia valoración sobre la compleja y delicada situación política, económica, cultural y social por la que atraviesa España en estos históricos momentos, se le ofrecen a continuación algunas muestras esclarecedoras de las múltiples incoherencias, flagrantes contradicciones, sorprendentes descoordinaciones, expectativas frustradas y confusiones generadas, protagonizadas por determinados dirigentes políticos españoles, nuevos y viejos. Así, a modo de ejemplos, y  según informes  publicados por en distintos medios de comunicación, muchos católicos votan más al PSOE, de izquierda, que a Ciudadanos, de centro derecha.

Y, en otro orden de cosas y con relación a los principales dirigentes políticos, que no líderes, hay que resaltar que muchos ciudadanos critican y rechazan detestan la aparente chulería infantiloide de Albert Rivera; los caprichosos personalismos y las puerilidades sinuosas político/partidistas de Pedro Sánchez; las arrogantes y despectivas expresiones de Pablo Iglesias y la  falta de arrojo político, así como la cachazuda y flemática actitud de Mariano Rajoy. Pero, sin embargo, con respecto al Presidente en funciones, debe señalarse que se siente impelido y animado a llevar la batuta y marcar el ritmo, como protagonista, del rigodón político que vienen ejecutando, de modo muy patoso y forma descompasada, él, Albert Rivera y Pedro Sánchez. No obstante, lo importante es que al final de la escenificación de esta melodramática danza o contradanza el país pueda disponer de un gobierno que garantice su estabilidad y desarrollo.

No se entiende por qué la izquierda se muestra reticente a la hora de condenar el ataque a dos iglesias en Galicia. Y, en este sentido, sorprende que los mismos partidos que firmaron un manifiesto contra la islamofobia rechazan una moción para condenar la quema de la Iglesia de Sedes y la Capilla de Placente, en Narón, A Coruña. En lo concerniente a la política de pactos, la ciudadanía está viendo cómo es el PP, centro derecha, la formación política que está adoptando una actitud dialogante y de cambios importantes, sin vetos,  líneas rojas ni cordones sanitarios de claro signo antidemocrático. Pero, aún en el contexto del tolerante respeto a la pluralidad de formas y modos de expresión social y política, no se produce una especial convulsión por el hecho de que todos los españoles paguen los 50.000 condones de Podemos y los suculentos sueldos de los mediocres e inoperantes dirigentes políticos electos. Ni tampoco, porque  Francina Armengol, Jefa del Consell de Baleares, y Miguel Iceta, secretario general del PSC, pretendan hacer descansar la gobernabilidad del país sobre los independentistas. 

Las trivialidades de signo infantiloide de un buen número de dirigentes políticos españoles, estuvieron en el origen, como concausa, de sus comportamientos autoritarios. Asimismo, y a modo de síntesis, en este artículo se pone de relieve el sentir nostálgico de muchos ciudadanos con respecto a la desaparición del bipartidismo de la escena político/democrática española por los daños colaterales que de tal hecho se derivan, uno de los cuales es el que actualmente está generando malestar y sombras en la convivencia social, a la vez que confusión política, como es el pluripartidismo, llegado a España de la mano de Podemos y Ciudadanos. Por éstas y otras razones, fueron apareciendo en este país una especie de satrapías político/partidistas, regentadas y dirigidas por unos auténticos sátrapas de la política española, artífices de lo que puede reseñarse con el nombre de babelismo político español.

Que los políticos y sus respectivas formaciones están perdiendo credibilidad a pasos agigantados, es una realidad incontestable. Por otra parte, resulta evidente que en España está habiendo una crisis política que puede culminar en crisis del sistema político español, si no se produce una reacción a tiempo por parte de aquellos a quienes competa y corresponda. Finalmente, los ciudadanos con su voto deben corregir y poner coto a los constantes e insufribles devaneos políticos de los dirigentes emergentes y a sus fanfarrias y  fanfarronadas de índole demagógica y populista. En la actual situación de emergencia social, económica y política, los dirigentes políticos, en este frenético intento de constituir un gobierno fuerte y estable en España, no pueden eludir la corresponsabilidad de facilitar la investidura del candidato oficial, propuesto por el Rey, sino que deben de contribuir a la gobernabilidad del país, a los efectos de dar continuidad a la recuperación económica, la creación de empleo y potenciar el Estado del bienestar.

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.


Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es verbosuelto.blogspot.com









DIRIGENTES POLÍTICOS POCO PATRIÓTICOS, MEDIOCRES, CERRILES, MEZQUINOS E IRRESPONSABLES. MÍSERA E IRRISORIA POLÍTICA PACTISTA TRAS EL 26/06/16.
INCULTURA POLÍTICA DEL PACTO Y PATOLOGÍA DEMOCRÁTICA DEL “NO” A LOS INTERESES GENERALES DEL PUEBLO ESPAÑOL. 

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.

Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace es verbosuelto.blogspot.com
Es evidente que en España la mayoría de los políticos electos ostenta un aceptable grado de preparación cultural, principios éticos y valores democráticos. Dicho sea como matización del titular del presente artículo, en cuanto a que el autor del mismo en modo alguno pretende hacer extensivos dichos calificativos a todos los dirigentes de la clase política española, sino más bien a aquellos que recibieron de sus partidos políticos y de los electores el encargo democrático de poner en marcha el proceso de investidura de un candidato electo propuesto  por el Rey. Apuntado lo cual, este comentarista continúa con su particular reflexión, aseverando que, no obstante la anterior salvedad, saltan a la vista las pretensiones de algunos dirigentes de Podemos y Ciudadanos de absorber al PSOE, en el primer caso, y al PP, en el segundo. Es cierto que estamos ante dos formaciones políticas emergentes y nuevas, cuyo objetivo primigenio fue el de regenerar la vida política española, contaminada por prácticas corruptas llevadas a cabo dentro o en el entorno de los viejos partidos políticos.

En principio, los dirigentes de la nueva política no planteaban ocupar de manera excluyente y exclusiva los espacios políticos de centro izquierda y centro derecha, pero los hechos han venido a demostrar y confirmar que lo realmente emergente y novedoso con respecto a los dos mesiánicos personajes, Pablo Iglesias y Albert Rivera, fue que ambos se han convertido al ideario de la denigrada vieja casta política y que, en un corto espacio de tiempo, sus actitudes y comportamientos pusieron de manifiesto que la desmesurada ambición política de estos dirigentes de la nueva ola no se diferenciaba en demasía de la de los anteriores o antigua. De suerte que, políticamente hablando, se les puede aplicar el clásico aforismo: "nihil novum sub sole", a saber, "nada nuevo bajo el sol", y/o las proverbiales máximas populares:"mucho ruido y pocas nueces" o también la de: "son los mismos perros con distintos collares".

Concluida con más pena que gloria la legislatura más breve de la etapa democrática española, este comentarista ofrece a los lectores una reflexión sobre determinados aspectos de aquel fallido intento  de los actuales dirigentes políticos españoles, en cuanto a dar forma democrática al voto que los electores habían depositado en las urnas el 20-D del pasado año 2015. A juicio del autor, los pseudolíderes políticos españoles actuaron, y algunos sobreactuaron, con más torpeza e ineptitud dialogante y negociadora que inteligencia política para buscar y formalizar unos pactos de investidura y gobernabilidad basados en la coherencia, el sentido común, la racionalidad y los intereses generales de la sociedad  española. 

No fue así, porque a lo largo de los meses siguientes al 20-D los dirigentes políticos electos y sus partidos se preocuparon más de negociar y defender los intereses partidistas y las posiciones personales que las necesidades perentorias del pueblo en su conjunto. De modo que puede afirmarse que su fracaso al respecto fue verdaderamente antológico, y su manifiesta incapacidad para constituir un gobierno que propiciase la continuidad de la reactivación económica, la creación de empleo y la regeneración de las instituciones del Estado, les dejó deslegitimados para abanderar los nuevos proyectos de progreso, desarrollo y fortalecimiento socioeconómico e institucional que necesita este país. 

Los desafueros cometidos por los políticos emergidos de demagógicas falacias y cautivadoras utopías, resaltan su condición de dirigentes de nuevo cuño egocéntricos, soberbios, sectarios, altaneros y autoritarios, con clara tendencia totalitaria, y también concuerdan, algunos, no todos, en que subvirtieron, y siguen subvirtiendo en muchos aspectos,  la esencia de la propia democracia, anteponiendo, como ya se ha dicho, los intereses personales y de partido a los generales de España. Por ello, a la mayoría de los ciudadanos les quedó meridianamente claro que el bien particular primó a todas luces sobre el común del pueblo soberano que les votó. Así fue por lo que los electores tomaron buena nota el 26 de Junio del presente año 2016 de la falta de sentido de estado y patriotismo de estos dirigentes políticos, así como de su ineficiente capacidad para conformar un gobierno fuerte, estable y plenamente democrático, dejando de lado líneas rojas absurdas, exclusiones anacrónicas, cordones sanitarios y vetos antidemocráticos.

En los comicios del pasado 26 de Junio, los electores volvieron a las urnas a depositar su voto y a cumplir con el deber cívico/político de participación democrática, pero de nuevo los dirigentes políticos y sus partidos, que ya habían cosechado un histórico y estrepitoso fracaso por no haber sido capaces de cumplir el mandato electoral de canalizar el voto del electorado hacia la formación de un gobierno estable, fuerte y duradero, imprescindible en este mundo globalizado, en cuyo contexto sólo se puede competir defendiendo los principios de libertad y eficiencia económica. Y, por lo que se percibe, estos mismos dirigentes políticos, a día de hoy, siguen dando muestras de no haber entendido ni interpretado correctamente el principio básico de la democracia, que es el voto de los ciudadanos. De ahí que se les pueda tachar desde el punto de vista político, salvando las honrosas excepciones, que ciertamente las hay, de dirigentes mediocres, cerriles, mezquinos, torpes, irresponsables y con escaso sentido patriótico y de hombres de estado.

Pero la penosa realidad fue y es que entonces como ahora los dirigentes políticos de este país, no estuvieron a la altura de la nueva situación política pluripartidista, creada tras el 20-D de 2015 y el 26-J de 2016. Por eso, el comentarista reitera que éstos que no dieron ni están dando la talla ni como líderes estadistas ni tan siquiera como demócratas convencidos, toda vez que hicieron caso omiso de los resultados electorales, glosándolos a su modo y según los  intereses personales y las ventajas de los correspondientes partidos políticos, frustrando, de esta manera, expectativas y truncando ilusiones de una gran mayoría de ciudadanos españoles. Es de señalar que, para una parte considerable de personas, la actitud de estos dirigentes, especialmente la de los partidos emergentes, constituyó un decepcionante fiasco y una muestra de su inmadurez política. Asimismo, se evidenció la ausencia de líderes carismáticos y, como se acaba de apuntar, la inexistencia de unos estadistas con visión de futuro, capaces de entusiasmar e ilusionar a esta sociedad moralmente hundida, debido a la concatenación de causas multifactoriales.

El fenómeno sociológico de la desafección ciudadana de la clase política fue aumentando de manera progresiva, porque ni los dirigentes políticos electos ni sus organizaciones supieron buscar fórmulas orientadas a articular el necesario y anhelado plan de gobernabilidad en torno al PP y al PSOE, centro derecha y centro izquierda, con la finalidad de sacar adelante un país tan bloqueado y en situación de crucial emergencia como el español en la actual coyuntura política, económica y social. Es un hecho fácilmente constatable que la gente sueña con una democracia sin muros, vetos ni discriminaciones ideológicas, como también lo es que rechaza cualquier otro modelo que sea excluyente y no integrador e inclusivo. Por otra parte, los partidos que se presentaron en el escenario electoral como los adalides de una nueva política, encaminada a regenerar la vida pública española y como los impulsores del cambio hacia nuevas formas de expresión democrática y gestión política, resultaron ser un estrepitoso fracaso, porque sus modos de operar no difirieron ni difieren en absoluto de los de la vieja casta que ellos mismos han denostado con tan  vehemente testarudez. 

Suele decirse que los hechos son sagrados y las opiniones libres. Y también debe tenerse en cuenta que el poder y la ocasión hacen al hombre ladrón. Por lo demás, tampoco puede ignorarse la realidad de que el auge del populismo en España y en algunos otros países del entorno europeo, tiene su origen en la  inexistencia o debilidad de liderazgos políticos, habida cuenta de que así se pone en duda y solfa el futuro de un proyecto político español y europeo de progreso económico y bienestar social. En opinión de este analista, la pretendida creación de un Estado europeo se convierte, por mor de los particularismos e individualidades soberanistas de los países que la integran, en algo ilusorio y utópico. Bien entendido que no se trata sólo de que Europa, como institución, reniegue de sus raíces sino de que, con su errática política migratoria, llevada a cabo de espaldas a los ciudadanos, no sólo está sustituyendo la población nativa y/o autóctona, sino también destruyendo la identidad del Viejo Continente como realidad supranacional y demoliendo las peculiaridades nacionales de los Estados adheridos.

Como colofón a este comentario, y para que el lector pueda disponer de una serie de elementos de juicio que le permitan realizar su propia valoración sobre la compleja y delicada situación política, económica, cultural y social por la que atraviesa España en estos históricos momentos, se le ofrecen a continuación algunas muestras esclarecedoras de las múltiples incoherencias, flagrantes contradicciones, sorprendentes descoordinaciones, expectativas frustradas y confusiones generadas, protagonizadas por determinados dirigentes políticos españoles, nuevos y viejos. Así, a modo de ejemplos, y  según informes  publicados por en distintos medios de comunicación, muchos católicos votan más al PSOE, de izquierda, que a Ciudadanos, de centro derecha.

Y, en otro orden de cosas y con relación a los principales dirigentes políticos, que no líderes, hay que resaltar que muchos ciudadanos critican y rechazan detestan la aparente chulería infantiloide de Albert Rivera; los caprichosos personalismos y las puerilidades sinuosas político/partidistas de Pedro Sánchez; las arrogantes y despectivas expresiones de Pablo Iglesias y la  falta de arrojo político, así como la cachazuda y flemática actitud de Mariano Rajoy. 
Pero, sin embargo, con respecto al Presidente en funciones, debe señalarse que se siente impelido y animado a llevar la batuta y marcar el ritmo, como protagonista, del rigodón político que vienen ejecutando, de modo muy patoso y forma descompasada, él, Albert Rivera y Pedro Sánchez. No obstante, lo importante es que al final de la escenificación de esta melodramática danza o contradanza el país pueda disponer de un gobierno que garantice su estabilidad y desarrollo.

No se entiende por qué la izquierda se muestra reticente a la hora de condenar el ataque a dos iglesias en Galicia. Y, en este sentido, sorprende que los mismos partidos que firmaron un manifiesto contra la islamofobia rechazan una moción para condenar la quema de la Iglesia de Sedes y la Capilla de Placente, en Narón, A Coruña. En lo concerniente a la política de pactos, la ciudadanía está viendo cómo es el PP, centro derecha, la formación política que está adoptando una actitud dialogante y de cambios importantes, sin vetos,  líneas rojas ni cordones sanitarios de claro signo antidemocrático. Pero, aún en el contexto del tolerante respeto a la pluralidad de formas y modos de expresión social y política, no se produce una especial convulsión por el hecho de que todos los españoles paguen los 50.000 condones de Podemos y los suculentos sueldos de los mediocres e inoperantes dirigentes políticos electos. Ni tampoco, porque  Francina Armengol, Jefa del Consell de Baleares, y Miguel Iceta, secretario general del PSC, pretendan hacer descansar la gobernabilidad del país sobre los independentistas. 

Las trivialidades de signo infantiloide de un buen número de dirigentes políticos españoles, estuvieron en el origen, como concausa, de sus comportamientos autoritarios. Asimismo, y a modo de síntesis, en este artículo se pone de relieve el sentir nostálgico de muchos ciudadanos con respecto a la desaparición del bipartidismo de la escena político/democrática española por los daños colaterales que de tal hecho se derivan, uno de los cuales es el que actualmente está generando malestar y sombras en la convivencia social, a la vez que confusión política, como es el pluripartidismo, llegado a España de la mano de Podemos y Ciudadanos. Por éstas y otras razones, fueron apareciendo en este país una especie de satrapías político/partidistas, regentadas y dirigidas por unos auténticos sátrapas de la política española, artífices de lo que puede reseñarse con el nombre de babelismo político español.

Que los políticos y sus respectivas formaciones están perdiendo credibilidad a pasos agigantados, es una realidad incontestable. Por otra parte, resulta evidente que en España está habiendo una crisis política que puede culminar en crisis del sistema político español, si no se produce una reacción a tiempo por parte de aquellos a quienes competa y corresponda. Finalmente, los ciudadanos con su voto deben corregir y poner coto a los constantes e insufribles devaneos políticos de los dirigentes emergentes y a sus fanfarrias y  fanfarronadas de índole demagógica y populista. En la actual situación de emergencia social, económica y política, los dirigentes políticos, en este frenético intento de constituir un gobierno fuerte y estable en España, no pueden eludir la corresponsabilidad de facilitar la investidura del candidato oficial, propuesto por el Rey, sino que deben de contribuir a la gobernabilidad del país, a los efectos de dar continuidad a la recuperación económica, la creación de empleo y potenciar el Estado del bienestar.

Por Antonio José Parafita Fraga, escritor y comentarista de temas sociales y políticos.


Del Blog VERBO SUELTO del autor, cuyo enlace o link es verbosuelto.blogspot.com